Sobre el tejido urbano del área de Donostialdea, las bocas de acceso comunican la presencia de la nueva red subterránea. Planteamos una arquitectura que atenúa su evidente modernidad mediante una volumetría modesta y sensible con el entorno y que además refuerza el carácter de San Sebastián y sus alrededores: un lugar en el que convergen naturaleza y artificio, paisaje y arquitectura.

Se propone trabajar en torno a la transparencia con dos únicos elementos, el vidrio y la luz, entendida ésta como materia, corpórea y tangible, que se moldea y apoya en el vidrio para mostrarse mutuamente y dar significado al proyecto. El vidrio se muestra de manera omnipresente en la contrucción de las nuevas bocas. Otorga a los volúmenes una condición abstracta, independiente y a la vez conciliadora con el entorno.

La estructura se conforma a partir de trece costillas de vidrio que se suceden en paralelo cada 90cm. Hacia el exterior, la envolvente perimetral de vidrio actúa como atado de la trama interior y conforma en su volumetría un prisma regular de 6x10x3 m. Hacia el interior, los cortes generados en la serie de planos  a modo de circunferencia deformada permiten proyectar virtualmente una geometría que simula y enlaza con el cañón de salida de la red subterránea. La levedad del vidrio contrasta con la pesadez pétrea de las escaleras vinculadas al interior de la tierra.

La seriación de ‘estratos verticales’ mediante la disposición de planos transparentes próximos y paralelos provocará la superposición visual de los sucesivos límites que contribuyen decisivamente a la complejidad de los efectos atmosféricos, distorsionando la luz y la visión, con la aparición de reflejos múltiples y cambiantes y de opacidades inesperadas. Durante la noche, la iluminación transforma el volumen en atractivo y misterioso cañón de haces de luz que surgen de la tierra.

La iluminación se integra en los perfiles perimetrales de las pantallas estructurales y se transmite por el propio vidrio. Por el día la boca se muestra como un prisma que captura y distorsiona la luz solar. Por la noche la libera transformada a través de los cortes en los planos de vidrio, haces de luz que se escapan por los cantos de su estructura. Colocamos una línea de leds a lo largo del perímetro exterior de cada costilla de vidrio, alternando los tres colores básicos para poder generar cualquier color del espectro. La luz se transmite por el propio material transparente, sin mostrarse, hasta que aparece súbitamente en el corte circular que configura el arco de cada costilla. Se consigue un efecto mágico que nos permite reconstruir virtualmente la gruta o cañón que desciende bajo tierra, marcando el ritmo del tránsito.

Atiende a un recorrido de ida y vuelta. Suficientemente leve que apenas se perciba en su ascenso, propiciando la materialización de la luz como final esperado/deseado tras el recorrido bajo tierra- y a la vez progresivamente denso y profundo en su recorrido descendente como anticipo del mundo subterráneo.