Eurozone es un espectáculo de creación contemporánea sobre la descomposición de la idea de Europa a comienzos del siglo XXI. La obra de teatro está planteada como un thriller político, tomando como referencia elementos de la película Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992).

El espacio escénico de la obra Eurozone pretende establecer un diálogo crítico con un  tipo de arquitectura que se ha venido desarrollando durante los último tiempos, una arquitectura que es reflejo del mundo contemporáneo en el que vivimos, la arquitectura-espectáculo.  La arquitectura-espectáculo constituye la suma total de nuestro éxito reciente y se define por la creación de espacios para no ser habitados, impersonales, de tránsito, diseñados para ser consumidos y admirados antes que para ser vividos.

Rem Koolhaas define a estos no lugares como espacios basura. Espacios desproporcionados e indeterminados, que no pretenden crear perfección sino sólo interés, desprovistos de toda capacidad crítica, promiscuos y al mismo tiempo represivos, que conviven en armonía con la burocracia y la especulación más feroz.

El Espacio basura es nuestro castigo. El espacio basura está lastrado de identidad pero es sorprendentemente autoritario. Puede ser absolutamente caótico o bien espantosamente aséptico.

Con la finalidad de que los espectadores de Eurozoone hagan una lectura ampliada de lo que sucede en escena, el espacio escénico no puede ser reflejo de ninguna arquitectura concreta. No se trata de de la sede de una gran corporación, ni de un centro comercial, hotel o museo; tampoco de una infraestructura como un aeropuerto o un estadio deportivo. La finalidad es lo de menos, como habitualmente ocurre en este tipo de arquitecturas. Se opta por elegir como metáfora de los no lugares a uno de sus símbolos comunes, sin duda, uno de los más esenciales: la escalera mecánica.

Una escalera mecánica como vínculo metafórico entre  los espacios basura.  Una escalera mecánica sin uso pero majestuosa, brillante, capaz de reflejar al género humano en su aspecto más superficial. El símbolo perfecto del despilfarro y la decadencia que ha marcado una época.