En el momento de su exposición museológica, la arquitectura presenta una dificultad añadida comparada con otras disciplinas artísticas: el material al que alude nunca está presente. El principal medio del discurso museográfico, la presentación del objeto -testimonio del pasado o del presente-, no es posible. Por ello, a menudo, la arquitectura se invoca mediante documentos o elementos que la representan dando como resultado, en muchos casos, una transmisión del conocimiento arquitectónico superficial o aséptica. Sin embargo, a lo largo de la historia de la disciplina diversos arquitectos llevan a término exposiciones de arquitectura que no sólo pretenden documentar sino, sobre todo, realizar arquitectura proponiendo, de este modo, una comunicación mucho más directa de ésta.
El trabajo propone un paseo interesado a través de tres siglos de la mano de la exposición. No se pretende la redacción de un estudio exhaustivo sobre la historia de las exposiciones de arquitectura, sino un acercamiento fragmentario. Se trata de analizar ejemplos que van más allá del paradigma artístico: exposiciones que no funcionan sólo como dispositivos de presentación de objetos o documentos, sino que han considerado la exposición de arquitectura eminentemente como un lugar en el que actuar sobre conceptos que son propios de la disciplina: el espacio y su capacidad de transformación.
Las exposiciones analizadas en este trabajo tratan el espacio como algo que demuestra y para ello, no tratan de ‘reproducir’ sino de ‘producir’ algo nuevo; no son obras ‘en’ el espacio sino obras que ‘hacen’ espacio. Son muestras que pretenden transmitir aquello que se vive y se siente en los espacios y que es difícilmente expresable en palabras, en imágenes, en gráficos; no hablan de viviendas, hablan de habitar; no hablan de edificios, hablan de espacio; no hablan de arquitectos, hablan de arquitectura. Son exposiciones que activan las cualidades del espacio, revelando su potencialidad arquitectónica. Reconfiguran la relación entre el cuerpo y el lugar cambiando la experiencia del mismo; despiertan una nueva consciencia del espacio en el que están; hacen que sea tangible.
Las preguntas formuladas son, entre otras: ¿Qué tipo de respuestas expositivas han dado, en esos casos, los arquitectos? ¿Qué conceptos han ensayado en sus exposiciones? ¿Qué papel le han concedido al visitante? ¿Cómo ha ido variando el mensaje comunicado?
Se trata de releer el desarrollo de la exposición museográfica de la arquitectura con paradas voluntarias en momentos paradigmáticos de cambio; de analizar episodios dispersos pero señalados, con la voluntad de poner de manifiesto algunas de las estrategias más destacadas realizadas en el último siglo y medio para revelar la esencia de la arquitectura y para comunicarla a través de una exposición.
El método utilizado es el análisis proyectual de cada caso (la consideración sobre el lugar, los materiales, los recorridos, la luz, las visuales...), indagando cuáles son las intenciones de los creadores y los instrumentos arquitectónicos puestos en juego para llevarlas a cabo y a la vez observar cómo, con el paso del tiempo, se modifica no sólo el lenguaje expositivo, sino el mensaje y la consideración misma del receptor. En última instancia, para aprender de lo experimentado y, en todo caso, para poner de relieve extraordinarios ejemplos de museografía arquitectónica capaz de comunicar.