Al observar la rosa de los vientos de Tarifa veremos como su principal característica es el reparto equitativo entre poniente y levante a lo largo del año. El proyecto busca generar un eje perpendicular al viento, crear un muro que nos proteja.  Este eje se adapta al terreno dunar y sus leves pendientes, posándose en él pero respetando el cambiante suelo, conectando caminos existentes, el mar y la carretera.



El muro perpendicular al viento realmente está compuesto por una sucesión de pequeños muros que recogen en su interior el programa de los alojamientos temporales. Las viviendas, de planta libre, se distribuyen a partir de muebles desmontables y habitables. De esta forma se intenta conseguir interiores flexibles e intercambiables.  



El interior de la vivienda busca plantear un juego que ayude a redescubrir la experiencia de habitar generando espacios como reflejo de las necesidades más prácticas, acogedoras y personales. Se propone el concepto de mueble móvil frente al de tabique móvil. No hay cabida para pasillos, distribuidores o recibidores sino que la propia vivienda se convierte en un espacio potencial, raíz de la flexibilidad en arquitectura.



Debido al carácter temporal y a la afición de los residentes por el deporte acuático, se propone diseñar las cocinas como espacio común, lugares de encuentro que aparecen cada cierto número de alojamientos y en donde poder entrar en contacto con otros surfistas, contemplar el paisaje, leer…



El proyecto intenta funcionar entre el prototipo y el arquetipo. Se basa en la observación y el conocimiento de las realidades del lugar y, al mismo tiempo, proponer nuevas formas de habitar.