¿Qué le motiva para dedicarse a la arquitectura? ¿Qué, excluyendo la propia arquitectura, le influye vital y profesionalmente? ¿Que cree que se debe tener en cuenta a la hora de abordar la evolución del espacio habitable? ¿Hay alguna tipología con la que se sienta especialmente cómodo?

Mi formación en la adolescencia, ligada a las artes de la música y la danza, me ha condicionado a apreciar y, en cierto modo, a primar la sensibilidad del arte de proyectar. La arquitectura, además de resolver, construir y funcionar debe, a mi entender, crear, recordar y emocionar de algún modo.
De la misma forma, el estudio de la naturaleza me pareció fundamental para entender el rol del hombre y su inserción en el entorno. Los arquitectos, paisajistas del material inerte, en numerosas ocasiones utilizan la materia de una forma estática en el tiempo, olvidando el cómo van a “madurar” sus creaciones a largo plazo. En la actualidad, los conceptos de desarrollo sostenible, ecoarquitectura y bioconstrucción se han convertido en condiciones indispensables para el arquitecto, los cuales no pueden aprehenderse totalmente sin el conocimiento del comportamiento del sustrato terrestre y el manto vegetal que lo cubre.
Como ocurre en la naturaleza, donde en cada lugar surgen unas especies determinadas, la arquitectura-materialización no puede ser universal, en cambio la arquitectura-idea puede adaptarse a distintas situaciones. Hoy en día el ser humano y su forma de habitar el espacio están bajo tantos condicionantes diferentes que el termino tipología pierde un poco de sentido. El límite entre privado y público se diluye cada vez más en el interior y se acentúa cada vez más en los espacios públicos. Son precisamente estos límites los que conforman el proyecto y en los que se debe emplear todos los esfuerzos a la hora de proyectar.