Decidí ser arquitecto porque es un trabajo que a la vez que me da la posibilidad de mejorar la vida de las personas, me permite desarrollar una actividad creativa y de investigación en la que aplicar todas mis inquietudes vitales.

Mi relación con el entorno urbano y social, mi interés por el arte en general, la política o la naturaleza, mi bagaje cultural, mis experiencias vividas, mis viajes, mis deseos como ciudadano de contribuir a dejar un planeta en mejor estado desde lo natural a lo social…., todo ello me influye y me sirve de instrumental para el desarrollo de mis proyectos. La arquitectura que yo propongo es el producto de una situación espacio-temporal concreta que pretende, a través de la tecnología de su tiempo, aportar nuevos valores que ayuden al usuario a entender y disfrutar de su relación con el entorno.

Con mi trabajo, reconozco que tengo una gran responsabilidad como sujeto capaz de transformar el entorno urbano y natural, y la vida que en él se desarrolla. Por ello este no solo debe 

La arquitectura debe ser un campo de experimentación dentro del ámbito de cada cultura y su tiempo, a favor de la identidad y evolución de la misma.  El conocimiento del lugar, de las limitaciones económicas, de las aspiraciones del cliente y de la capacidad técnica del ejecutor es fundamental para trabajar con sensatez e innovar desde la realidad práctica de cada situación.

Entiendo la creación arquitectónica como un proceso abierto, capaz de integrar múltiples aspectos externos a la disciplina arquitectónica en cualquiera de las fases de ejecución de la misma. El resultado arquitectónico es la consecuencia de encajar en un único proceso múltiples visiones, fenómenos, deseos, intereses y experiencias personales procedentes de ámbitos tanto internos como externos a la arquitectura. Entender que desde el inicio, un proyecto debe estar abierto a acoger dichos aspectos, es una forma honesta y responsable de admitir su complejidad como algo enriquecedor y vivo. De ahí mi interés, no solo por la interdisciplinaridad en la elaboración del proyecto y obra, si no por la capacidad de transformación de la arquitectura que propongo en el tiempo.

La ciudad y el territorio es el marco de acción de las relaciones humanas. El arquitecto actúa sobre él, por lo que es legítimo y ético aceptar y considerar la valoración que los ciudadanos hacen de la arquitectura, siempre que esté fundada en criterios de sentido común y no desde una visión egoísta e interesada o desde una opinión estéticamente parcial y superficial fruto de la inercia del snobismo o conservadurismo.