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Cesar Daniel Sirvent Perez

Arquitecto
E.T.S. A - València - UPV
ALACANT | ESPANYA
www.facebook.com/thecommunisttenant

La Arquitectura no es el centro de mi vida.

Me resulta tremendamente curioso ver la actitud de muchos de mis compañeros cuando terminan la carrera. De la noche a la mañana, se convierten en tipos geniales que dicen frases geniales, viven y visten como si fueran estrellas del rock, dedican todos sus esfuerzos a aparentar ser diferentes, se les llena la boca con grandes conceptos trascendentes, y pierden todo su tiempo mirándose su propio ombligo y buscando el reconocimiento de sus semejantes.

Con el dinero de otros construyen sus propios caprichos, y utilizan los encargos para aumentar su propio ego... ¿Y el cliente? Se han olvidado que las construcciones que nos encargan no son simplemente para ser publicadas o para recibir premios, puesto que los edificios (por norma general) no nos pertenecen, ni los hemos pagado con nuestro dinero, ni en la mayoría de las ocasiones los vamos a utilizar nosotros mismos.

El resultado: la sociedad de hoy en día ni nos necesita, ni esta interesada en nuestros aburridos discursos. Nos estamos aislando en nuestro propio egocentrismo, la arquitectura sufre de endogamia, y nos creemos con el derecho de imponer a la gente nuestras brillantes ideas y opiniones sobre cómo debería funcionar el mundo.

“No son genios lo que necesitamos ahora.” Esta frase del genial y humilde Coderch, pronunciada hace ahora casi 50 años, tiene más vigencia que nunca en estos tiempos en que el divorcio entre arquitectura y sociedad es un hecho. Hemos olvidado que no somos escultores, ni poetas, ni filósofos, y que lo único que la sociedad espera de nosotros es que les proporcionemos espacios habitables, confortables y, a poder ser, sin goteras.

Frente a las arquitecturas complejas y a confusos razonamientos seudointelectuales, me gustaría reivindicar la arquitectura sencilla para gente ordinaria. Esa que pasa desapercibida, que no se publica en las revistas, que no recibe ningún premio, pero que hace felices a sus propietarios y les mejora su calidad de vida.

En el momento que, en lugar de tanto hablar, nos dediquemos a escuchar, estaremos en el buen camino.