Se trata de un proyecto nacido de una confrontación, de una contraposición de espacios y de los sentimientos que estos nos provocan.
La intención de abandonar la ciudad actual dominada por el ruido, la velocidad, el estrés... para durante unos instantes alcanzar la calma, el aislamiento y poder así reflexionar y encontrar una cierta espiritualidad.
Esta idea conlleva por tanto una transición, pasar del ambiente saturado de la ciudad a un espacio donde nuestra mente sea el mayor estímulo.
La transición se plantea como un camino, un trayecto que debemos recorrer para alcanzar ese estado.
Se entiende por tanto el proyecto no sólo como ese espacio final para la reflexión si no también el camino que nos conduce a él.
La Plaza de Gloriès, un claro ejemplo de las características de la ciudad hostil se transforma para convertirse en un parque, un oasis dentro de una gran ciudad.
Esta nueva Plaza de Gloriès funcionará como una primera instancia de la capilla laica, un espacio que nos ayuda a la hora de empezar a alejarnos de la ciudad.
Se plantea el proyecto como un elemento en el interior del parque, alejado de la ciudad y de las principales vías de comunicación de la nueva plaza. El acceso al elemento conlleva por tanto un recorrido a través del interior del parque que supondrá una cierta búsqueda.
El agua y la vegetación enmarcan el proyecto mientras que unas barreras permeables separan el espacio exterior del proyecto del resto del parque a la vez que definen la entrada a este espacio.
El volumen se compone de un primer espacio de transición en penumbra que nos conduce al espacio final cuyo único contacto con el exterior será el cielo.