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RAICES

El desarrollo del proyecto de la ciudad deportiva de Oncineda fue el primer concurso que ganamos allá por el 2004, y cuyo proyecto de ejecución desarrollamos durante el invierno del 2005-2006. La intervención   consistía en una ambiciosa intervención  con marcado carácter paisajístico.  Cinco años después, el proyecto se encuentra congelado a la espera de nuevas noticias por parte de la administración.

Aquí rescatamos un fragmento de la memoria donde se ven algunas de las inquietudes que nos rondaban la cabeza durante aquel tiempo.  

“Escuchar al lugar, para evitar ideas preconcebidas.

Se oían susurros, pedían respeto, que intentásemos una arquitectura sin presencia, posarnos sobre el terreno, y proyectar una intervención sin límites. Si la naturaleza no los tiene por qué se los íbamos a poner nosotros. Hacer lo que verdaderamente se tenga que hacer. Intentar que la arquitectura llegue a potenciar las cualidades propias de este espacio. La naturaleza nos avisaba de lo duro que es trabajar con ella. Imponernos iba ser la peor de las maneras de comenzar esta aventura.

Se hizo un detenido estudio de toda la vegetación  existente, y se intentó investigar sobre el pasado de la zona, hablando con la gente del lugar para saber que es lo que había ido ocurriendo por allá. Qué pasaba con las trombas de agua, los vientos, cómo se habían ido constituyendo el suelo.

El terreno nos pedía una sensibilidad especial.  Tratarlo con cariño fue una de las pautas a seguir.

Entrar en un terreno tan salvaje no es fácil, dejar la huella humana puede ser una firma que destruya el paisaje, las responsabilidad era grande, por ello las precauciones fueron todas y hubo que tomar esta aventura desde el entusiasmo y la decisión. Intentar respetar la naturaleza, pero mas que dejándola intacta y posándonos sutilmente sobre ella, (como se pretendió en un primer momento), tratándola con una actitud mas altiana, de modificarla para aprovecharla en su máxima expresión. Que las cualidades actuales del lugar no se pierdan, sino que de alguna forma se aprovechen para bien del proyecto. El proyecto que ganó el concurso se llamó raíces, y como tales quisimos aferrarnos a este paraje.

Se intentó complacer al lugar, pero no nos podíamos olvidar que al final había algo por encima de él. Ese algo era la propia Estella.  Estaban sus plazas, su trama medieval, sus torres como hitos en el paisaje urbano, y sobre todo el carácter de una gente acostumbrada a estar con la gente.  

Se buscaron las bancadas existentes (genus loci) y se han intentaron respetar. Parecía una forma de pasar desapercibidos en un sito que había que percibir con los cinco sentidos.

La superficie plana es uno de los primeros hallazgos de la humanidad, parece mentira pero en la naturaleza solo existía en el agua. Y es lo que tienen los campos de fútbol, que cada uno ocupa una hectárea plana, y no es tan fácil de ubicar en tan poco espacio. Vimos que posándonos o no, lo que no se podía perder es la idea de integración en la naturaleza, que lo que hiciésemos pareciese que llevaba allí toda la vida, y que de alguna forma potenciase las verdaderas cualidades del lugar.  El objetivo fue y es agarrar el proyecto al entorno.

Poco a poco se iban manifestando los verdaderos protagonistas del proyecto; componente social, topografía, programa, carácter del lugar, accesos, recorridos, luz, vistas, materiales….

Creemos que la arquitectura necesita mensajes, escucharlos y darlos.

Para ello es mejor no olvidarnos del pasado, de lo que hemos sido y de lo que ha sido hasta ahora el lugar. Recordar nos hace aprender, ser mas fuertes. No cometer errores pasados.

La arquitectura debía ser una respuesta clara a lo existente, tanto desde la escala más cercana (de las cosas interesantes que nos hemos ido encontrando en el propio terreno), como a las visiones de la escala más lejana. Es decir que se agarre el proyecto en lo posible al suelo sobre el que nos situamos y que no deje de mirar al horizonte. Se quiere huir de impresionar a la gente con nuestras formas y se ha luchado por dar a los futuros usuarios del complejo un lugar donde ser un poco más felices. Quizás sea mucho pedir…. ¿Tendrá alma nuestro proyecto? Ojalá sea así, pero esto ya no somos nosotros los que lo decidiremos, surgirá si de verdad lo proyectado es arquitectura, y eso no es tan fácil. Bajo estas ideas de partida, hemos dejado que viniese lo que tuviese que venir. Todo tiene que ver con  lo vivido y lo sentido, nada o casi nada esperamos que sea por capricho. Ojalá el complejo de oncineda, pronto deje ese limbo ideas y dudas y se convierta en algo físico y material. Porque al final como bien dice Peter Zumthor, todos nuestros esfuerzos en papel, son como notas de música todavía no sonadas, que están esperando en la partitura a que alguien les de vida y las convierta en una hermosa realidad.

Ahora dormimos más tranquilos, pero seguimos soñando, y es que la arquitectura cuando todavía es papel solo puede estar cerca del mundo de los sueños. Y mientras estas ideas iban tomando cuerpo que no forma, nos volvían a preocupar temas igual de importantes que estaban esperando para entrar en juego.  Empezamos a recordar que los espacios no se construyen con ladrillos, que es la luz la que los construye. La luz como materia. Que los edificios se recorren y que debíamos ser nosotros los primeros que en nuestra imaginación íbamos a pasearnos por estos espacios. Materiales y dimensiones poco a poco iban cogiendo protagonismo.”

El proyecto se realizó por nuestro estudio y la empresa de ingeniería Contec, con la colaboración de José Manuel Etayo.

Galería realización

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