Anexa a una dolina inactiva, la escuela se presenta a su entorno como elemento urbanizador, contraponiendo su escala a los autistas bloques vecinos de ocho plantas y continuando en la cubierta vegetal el confort visual del área verde del PGOU.

El efecto báscula de la orografía reclamaba una contraposición volumétrica adaptada interiormente a cada usuario y revelando la cubierta como la mayor superficie visible.

Si bien la escuela es una pieza orgánica, no abandona la prefabricación como método de control y celeridad en obra. Todo el proyecto se modula en factores de 120 cm. Carpinterías, fachada, acabados, alturas, incluso mobiliario son función de esta regla que en obra se ha mostrado como valido sistema de control.

La cota 120 aplicada a las alturas define en toda estancia el límite entre el espacio adaptado al niño y el del adulto, aportando un “nivel” permanente y fijando la posición “no al alcance de los niños”.

La solución en planta, predeterminada en esquema, solventa con caligrafía proyectual espacios servidos y servidores intentando dar fluidez al conjunto e interés la volumetría.

El programa educativo orientado al futuro parque se resuelve en cuatro módulos: sala multiusos, 4-12 meses, 12-24 y 24-36, servidos de respectivos patios. Como unión de todos y barrera ante las viviendas se sitúa la batería de espacios anexos, que permiten el correcto funcionamiento del equipamiento. Para unificar el volumen se recurre a celosías de madera en patios subrayando el límite construido.

El proyecto procura la versatilidad de las aulas separando estas por tabiquería móvil permitiendo la unión de las de misma edad en una única, posibilitando un programa educativo diferente. A esta disposición se han adaptado cambiadores, aseos y dormitorios que funcionan para el estándar y la fusión.

La práctica constructiva auto impuesta es la sinceridad con los materiales sin olvidarnos de sus necesidades. Toda etapa constructiva debe mantener la belleza y coherencia del resultado final.