El proyecto se encuentra en las afueras de Esquiroz, casi en medio del campo pero a la vez muy próximo a la ciudad de Pamplona.
El solar está marcado por el paisaje, por los campos abiertos de cereales de la Cuenca de Pamplona, y por la zona arbolada del río Elorz, pero a la vez está influido por la presencia cercana de numerosas infraestructuras, el ferrocarril, el aeropuerto de Noain, una futura autovía…
Por su emplazamiento, el complejo deportivo permite ser “leído” desde distintos puntos de vista, andando por la calle, desde los campos, conduciendo o desde el aire.


“…Las pistas del aeropuerto estaban mucho más cerca de lo que podía parecer… Aunque apenas se escucharan los aviones por la pequeña meseta en que está construido…
Imaginábamos que cuando alguien llegase a Pamplona en avión nuestro edificio sería una de las primeras imágenes que tendría de la ciudad y del territorio…Siempre nos han gustado esos momentos en que se llega en avión a una ciudad desconocida, justo antes de tomar tierra, en que se identifican las casas, las tapias, las barbacoas y las piscinas de los vecinos, los parques, los suburbios, abandonados o prósperos…
El trazado podría tener una escala reconocible desde el aire; tendríamos que cuidar las cubiertas para salir bien peinados en esa primera foto…”


El proyecto pretende agregar a un frontón y una piscina existentes una serie de nuevos usos deportivos.
No hay una única lectura a la hora de entender el proyecto, diversas lecturas, diversos problemas y relaciones van tomando acomodo y dejando una pequeña huella.
Una banda auxiliar que alberga todos los usos auxiliares serpentea y se quiebra ayudando a definir el recinto y relacionando los distintos volúmenes al tiempo que ofrece una altura más amable a la calle de acceso. Una rampa que comienza al aire libre y acaba cubierta separa a los deportistas del público de una manera sencilla.

Los volúmenes de mayor escala se repelen entre sí para atrapar en el recinto la máxima cantidad de cielo.