La experiencia de la complejidad sencilla
Loredo, Santander. La parcela da a un acantilado de treinta metros donde rompen las olas. Cuando un castellano llega allí se pregunta por qué todas las casas están construidas dando la espalda al mar, sin ser conscientes de que el sol es lo más apreciado. Sin embargo el cliente venía de lejos buscando precisamente el mar, las olas y el viento.
Lo primero fue hacer la excavación para crear un jardín a sur protegido de las corrientes. Con voluntad de interferir lo menos posible en la percepción del paisaje se pegó la casa al terreno con cubierta y fachadas relacionadas con el entorno. La idea de ‘edificio agazapado’ está detrás de las decisiones de volumen, posición, ocupación e imagen exterior. Así, la vivienda queda definida como un prisma de base cuadrada y altura de tres metros y medio. La cubierta ecológica y transitable es la fachada más visible de la casa y ningún elemento construido supera la línea del horizonte que ve una persona desde la calle.
La propiedad establece un programa de segunda vivienda condicionado por una variación en el número de usuarios, el tiempo de estancia y la época del año. La complejidad programática [pareja-familia-amigos; verano-invierno; fin de semana-temporadas largas] se resuelve atendiendo a valores de ahorro energético, simplicidad espacial y flexibilidad de uso. En seguida se comprende que el experimento debía centrarse en la búsqueda de un modelo de planta que pudiera absorber los distintos flujos, con la posibilidad de organizar un espacio doméstico complejo por adición de espacios básicos. Cada uno de ellos asociado a un fragmento de programa y a un grado de incertidumbre, que surge de la indeterminación de su uso a lo largo del tiempo. Existen lugares como la cocina, que previsiblemente no cambiará de función, y otros como el salón elevado sur, que puede ser sala de estar de invierno, dormitorio, o espacio de juegos. La planta queda definida así por un campo de posibilidades múltiples.