Intervenir en edificios históricos hoy significa articular un diálogo donde modos y pensamientos del “construir” diversos (e incluso opuestos) alcancen el equilibrio que cualquier obra de arquitectura demanda.

Proyectar en edificios históricos salvando enormes discontinuidades estilísticas, conceptuales y temporales, implica que la superposición de estilos del pasado se transforma ahora en diálogo reflexivo que requiere sensibilidad, respeto y conocimiento de nuestra historia.

La palabra la tenemos: RE-HABILITAR. Pero nos falta el manual de instrucciones. Sabemos, en cambio, lo que NO podemos (debemos) hacer.
-DESTRUIR (total o parcialmente, real o conceptualmente) los edificios de valor, y menos aún los edificios que además sean históricos y/o escasos.
-PRETENDER que el valor del edificio es homogéneo siempre, el conjunto y sus partes por igual, ya que generalmente existen discontinuidades en cuanto a la calidad, valor y autenticidad, que hay que conocer y/o reconocer.
-CONFUNDIR el proceso histórico al transformarlos, utilizando lenguajes, elementos o decoraciones similares a los originales, (p. ej.: los que generalmente ya no se usan o no se deben utilizar en edificación de nueva planta).
-MIMETIZAR elementos arquitectónicos o recursos formales concretos tendentes a reproducir otros existentes o que supuestamente existieron en algún momento en el edificio.
Debemos actuar con valentía, no obstante, haciendo nuestra intervención transparente a la mirada de nuestros sucesores, y con prudencia delegar en ellos el juicio definitivo sobre nuestras obras.