El realismo en arquitectura es un concepto "mutante" que admite múltiples significados. En consecuencia, sería más preciso hablar de realismos en plural e intentar situarlos a cada uno adecuadamente en el contexto contemporáneo. A su vez la relación entre realismo y arquitectura ha dejado de ser precisa y concreta, e incluso diríamos que ya no es "real", pasando a ser más abstracta. Esta nueva situación ha sido motivada por los múltiples significados que ha asumido el realismo arquitectónico. Cada vez existen más corrientes que acaban adjetivando a la arquitectura. Por ejemplo, hablamos de arquitectura high tech, icónica, virtual, sostenible, moderna, comercial, clásico-posmoderna o realista, entre otras. Ante esta variedad arquitectónica, el debate entre 'realistas' y 'no realistas' se convierte en una cuestión cada vez más compleja. En arquitectura, la principal dificultad para la comprensión del realismo, y específicamente del realismo crítico, se halla en la definición del propio significado de 'realismo', ya que nos referimos a él por lo que significó en el pasado y no por lo que representa en el presente. El hecho de asumir la mutabilidad y de ahí, la multiplicidad de significados de los realismos arquitectónicos contemporáneos, establecerá un punto de partida para esta investigación. De entre todos los realismos, el realismo crítico asume una actitud crítica y un compromiso con la ciudad construida, así como con la complejidad de la nueva era de la información y de la globalización. El realismo crítico arquitectónico también adopta a su vez diferentes formas que lo sitúan en el marco de la resistencia a lo global, la voluntad comunicativa y de integración urbana, el compromiso social y ambiental, el desarrollo tecnológico y el pragmatismo programático. Esta investigación aborda la definición (fragmentada) del realismo crítico arquitectónico a través del estudio de proyectos construidos en la Europa occidental a partir de la década de 1980 apoyándose en la naturaleza del realismo de posguerra (1950-1960) y en el realismo pictórico literario de la segunda mitad del siglo XIX. La arquitectura del realismo crítico contemporáneo pretende ser una "actitud ética", como lo fue en la posguerra o en el siglo XIX. Esta actitud basa sus propuestas arquitectónicas en el conocimiento de la realidad, entendida como contexto físico, social, político, económico, tecnológico y cultural, reconociendo la complejidad de la nueva era de la información y de la globalización. A su vez asume un fuerte compromiso con la ciudad construida, la sociedad y la disciplina arquitectónica. La era de la simultaneidad, que contextualiza cronológicamente esta investigación, es una consecuencia de la revolución tecnológica e informativa consolidada a partir de la década de 1990, coincidiendo con el traspaso a nivel global del sistema analógico al digital. En el ámbito arquitectónico, concretamente, podemos reconocer esta simultaneidad en los programas híbridos, las nuevas organizaciones profesionales (la cada vez más habitual colaboración con consultores) y los nuevos sistemas de gestión de obra (por ejemplo, el fast-track). Una de las consecuencias de la simultaneidad es la dificultad de la gestión de la información. Y en este sentido, el realismo crítico intenta siempre trabajar con la información esencial y necesaria para el diseño de un proyecto arquitectónico. La ciudad construida es el escenario propio de la actitud crítico-realista; una ciudad que es el resultado de los efectos de la globalización, entre los que podemos destacar la "urbanalización" del centro y del extra-radio de las ciudades, y la inevitable absorción urbana de la periferia, que fue uno de los grandes temas de debate en la década de 1980. El realismo crítico interviene en este contexto con el ánimo de revitalizarlo, transformarlo, rehabilitarlo e incluso derribarlo si es necesario, pero siempre con la idea de construir o reconstruir la identidad y asentar la idea de pertenencia urbana.