El parque nacional de Mikumi en Tanzania, caracterizado por el bioma de sabana, cuenta con quilómetros y quilómetros de planicie hasta llegar a las montañas, tan lejanas que pasan a formar parte del bando azulado del cielo.
Habitar un paisaje es, de alguna manera, establecer diversos momentos de relación con él. Incluso en este paisaje infinitamente llano y completamente fuera de escala humana, si todos los espacios gozaran de las mismas vistas, la fascinación podría convertirse en monotonía.
La construcción de una torre en tal paisaje tiene sentido al ser la única manera de establecer diferentes modos de relación con él. Al movernos en horizontal, obtendríamos siempre la misma relación visual; al hacerlo en vertical, podemos crear experiencias espaciales distintas.
La planta baja permite el contacto físico con la tierra y la vegetación del lugar; el espacio de cubierta la observación del paisaje desde un nivel superior.
El espacio interior, situado entre el cielo y la tierra, es el único realmente protegido de amenazas exteriores, donde uno puede relajarse y pensar.
Subimos a las alturas para aislarnos. Para acercarnos un poco más al cielo. Para habitar un paisaje.