La ubicación del edificio en la periferia de Segovia, en un terreno en pendiente, ante la extensión del campo y el paisaje suburbano, y desplazado del peso de la histórica traza urbana, nos coloca ante la libertad de los límites de la obra, lo que junto a la no representación previa de esta como edificio, nos posibilita iniciarla desde un origen y generarla sin seguir ningún modelo predefinido. Es de esta manera que partiendo de la abstracción de la banda como acumulación o agrupación programática, el edificio se va construyendo por una concatenación de acontecimientos que se pegan, hunden o levantan del suelo en función de la necesidad espacial que requieren. La rigidez del esquema conceptual propuesto contrasta con la libertad que adquiere el edificio para vincularse con el suelo, con el que se funde, y con el cielo, con el que se mide el tamaño habitable de la obra. Es mediante este mecanismo que el edificio pasa a entenderse como un desprendimiento-continuación del suelo, cual si su proyección sobre el cielo tocara suelo en algunos puntos y en otros fuese detenido a cierta altura, para arrojar su sombra o cubrir sus usos.