Cuando nos acercamos a un edificio singular para hacer una foto, cuando nos sentamos bajo un árbol a leer, a descansar o a comer un almuerzo rápido, cuando observamos escaparates, cuando recorremos la ciudad de un punto a otro para llegar a tiempo a una cita, cuando corremos para alcanzar ese autobús que se nos escapa, cuando nos detenemos a conversar o simplemente cuando caminamos, vivimos la ciudad.
Al vivir -es decir, al relacionarnos con los demás, al realizar nuestro día a día en el espacio físico de la ciudad- construimos una ciudad nueva que es tanto propia y personal como común y compartida, en continuo cambio. Una ciudad basada en nuestras vivencias y nuestros recuerdos, que es nuestro territorio, nuestro hábitat singular: nos encontramos en sus calles, nos relacionamos en sus espacios públicos, nos manifestamos en sus plazas, descansamos en sus jardines, pintamos en sus muros y paredes o cantamos, descansamos en sus plazas o nos manifestamos en sus muros. Celebramos la vida en los edificios y entre los edificios de la ciudad.
Pero la ciudad no es sólo el lugar de los grandes edificios, de los museos y de las catedrales. Es también el lugar de los espacios anónimos entre las construcciones, de las calles mil veces fotografiadas, de las paradas de metro, de las plazas recogidas o de los parques populares. En cierto sentido, no podríamos entender nuestras construcciones, nuestras manifestaciones culturales, sin esos objetos y espacios que los rodean, que los acercan o que los singularizan. La ciudad es algo más complejo que el orden -o el desorden- de calles y edificios: la ciudad es también el aire que las envuelve. Ese aire -que es luz, sombra, magia, misterio y belleza- da carácter a la ciudad y define su imagen. Sin él, la ciudad pierde su razón de ser: quedan los edificios y las calles -lo físico y material, en definitiva-, pero desaparecen los valores que le hacen singular. La ciudad no es sólo un espacio físico sino también una identidad. La ciudad es tanto materia física como aire.
Y si la ciudad es identidad, entonces también es paisaje.