Situado en los terrenos conocidos del Juncal, fueron cedidos por el Marqués de Nervión. Posteriormente quedaron afectados por la ordenación que realizó Aníbal González del antiguo Cortijo de Maestrescuela en el año 1911 que dio origen a las trazas actuales del barrio de Nervión desde la Cruz del Campo hasta la avenida Ramón y Cajal, extremo en el que quedó situado este edificio industrial.
Actualmente la zona está colmatada pero su imagen delata el lugar periférico que fue a principios del siglo XX, reflejado en la ausencia de espacios urbanos y de edificaciones de interés. Alejado del centro de la ciudad su entorno queda definido por las grandes avenidas que lo delimitan, siendo la Ronda del Tamarguillo, urbanizada a finales del siglo XX, la última en incorporarse.
El conjunto ocupa un rectángulo de 180 x 200 metros aproximadamente y originalmente estaba formado por dos partes: la destinada a matadero que da a la avenida y la posterior, al fondo de la parcela, destinada a mercado de reses en vivo. El matadero, de unos 200 metros cuadrados construidos, incluía también las oficinas y viviendas del administrador de la casa-matadero y la portería, situadas estas edificaciones en el centro de la parcela dando paso a las cinco naves longitudinales dispuestas radialmente: dos para oreo de ganado vacuno, lanar y cabrío y tres para las funciones de matadero, con quioscos para servicio de los matarifes.
El mercado estaba dividido en tres partes: las laterales para ganado vacuno y cerdos y la central para ganado lanar y cabrío. El conjunto lo preside el pabellón de contrata. Todas las naves son muy similares salvo la del ganado de cerda, más compleja y de mayor superficie. Su planta, en forma de cruz, destaca por su crucero octogonal que se trasdosa al exterior en una gran cúpula de tejado con ocho vertientes.
Su construcción en varios edificios exentos, ha de valorarse como una acertada interpretación moderna de las teorías higienistas del siglo XIX, alternando edificio y espacio abierto e incorporando al conjunto la vegetación y el jardín como elementos fundamentales en la composición y organización espacial de la parcela. De esta manera, la imagen creada consigue atenuar la simetría que impone la planta, resultante de la atención prestada a las cuestiones funcionales que debían cumplirse entre las distintas partes que componen este conjunto. La disposición abierta de los edificios en la parcela permite relacionar esta obra con otras coetáneas realizadas en la ciudad como la Fábrica de la Compañía Catalana de Gas y Electricidad que diseñara Aníbal González en el año 1911. La importancia que en la arquitectura de principios del siglo XX tienen estos tipos de intervenciones nos llevaría incluso a reconocer en esta obra una situación similar a la de otras obras europeas que han tenido sin embargo mayor reconocimiento internacional.
Su calidad constructiva ha preservado esta arquitectura del paso del tiempo y de las adaptaciones sufridas en los años ochenta. Se reconoce así un empleo adecuado de las técnicas constructivas del momento, en especial de la fábrica de ladrillo visto, de los revestimientos de azulejos que existen en todo el recinto o del sistema de cubrición de estructura de cerchas de madera y teja plana. Más allá de los caracteres formales que puedan relacionar al antiguo matadero con el regionalismo que posteriormente se desarrolló, permanece el valor de una intervención que se aproxima a las ideas de la "ciudad abierta", ajustada a su entorno y la ponderación de la función en un edificio que por su uso industrial tenía rentabilizar al máximo toda la superficie ocupada, incluyendo los espacios libres.
A principio de los años ochenta se adaptó al uso docente, transformándolo en un colegio para 1280 alumnos. Con el proyecto se restauraron también los pavimentos, los jardines y el cerramiento que lo rodeaba. Las obras no supusieron un cambio radical del inmueble al exterior ya que mantuvo la estructura funcional y espacial originaria. Sin embargo, para dar respuesta a todo el programa docente, en las naves se introdujeron unas entreplantas perdiéndose parte de la espacialidad y la escala de los interiores. No obstante, el proyecto dentro de las exigencias del programa docente, intentó mantener parte de las cualidades espaciales originales, para cual la galería de acceso a las aulas de las entreplantas, se dispusieron voladas y separadas del cerramiento de la nave. Junto a la fachada se creó así un espacio en doble altura que permitía reconocer la dimensión original de la nave tanto a lo largo como a lo alto, hasta la propia cubierta, que se mantuvo resanando las partes dañadas.
El edificio se encuentra en muy buen estado de conservación.
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